De excursión al Mantis (Joe)

Me reí entre dientes, satisfecho de que se hubiera dado cuenta de mi ironía, y me senté frente a ella, en el suelo, con los codos en las rodillas. Suspiré, apoyé la cabeza en la pared y me fijé en algo que sobresalía de una de sus botas. Alcé las cejas, la miré a los ojos y antes de que pudiese impedirlo se la cogí, dándome cuenta con estupefacción de que era un palo alargado, más bien una... ¿Varita?
Me aguanté la risa, aunque no pude. Finalmente solté algo parecido a un bufido.
-¡Venga ya! ¿eres una friki de Harry Potter?-pregunté divertido y burlón, dándole vueltas al objeto entre mis manos.

Apoyé mi barbilla en mi mano apoyada a mi pierna y desvié lentamente la mirada hacia Joe, aunque abrí mucho los ojos alarmada cuando me arrebató la varita de la bota y bajé, con cada una de mis piernas a los lados de las suyas e inclinada hacia él.
-¡Dámela! -me quejé, bueno, más bien parecía que estaba evitando que estallara un coche bomba o que alguien disparara a otra persona, era un grito muy a lo película, no lo dije enfadada, más bien preocupada; aun así, no me hizo caso.

La miré alzando las cejas, sorprendido. ¿Tanto cariño le tenía a un cacho de árbol? Me reí entre dientes, separando con una mano por los hombros a la chica y con la otra blandiendo la varita a modo de espada, siguiendo su trayectoria con la mirada, distraído.
-Solo si me dices tu nombre.-dije mirándola y sonriendo con socarronería, victorioso y orgulloso de haber encontrado su talón de aquiles, aunque fuese algo tan tonto como aquel cacho astilla, alejando la mano del palo de ella.

Me puse tensa, apretando la mandíbula y lo miré de una manera muy seria a los ojos.
-Alex, me llamo Alex -contesté, estirando mi mano para quitarle la varita.

Asentí con la cabeza, riéndome para mis adentros.
-Vale, Alex, no te alteres.-dije sin devolverle la varita, aún analizándola entre mis manos. Me empecé a reír de forma sonora.-Dios mío, pues sí que era rara la neoyorkina... ¿Qué, tienes un Ron Weasley a escala real en casa? Seguro que te viciarás a hacer conjuros en casa. ¡Flipendo! ¡Expelliarmus! ¡Wingardium leviosa!-dije los conjuros blandiendo de forma dramática la varita, aunque pasó algo realmente extraño en el tercer conjuro. Una chispita de color verde solitaria salió de la punta, y entonces sonó un POM parecido al de un petardo, golpéandome en la cara con una especie de humo y haciéndome aspirar alguna ceniza. Cerré los ojos y apreté los labios, tosiendo ligeramente, para después abrirlos exageradamente, parpadeando sorprendido; mi cara se había quedado totalmente morada.
-Va... ya...-fui solamente capaz de articular. Miré, sorprendido a Alex, todavía en estado de shock. No quería admitirlo, pero... ¿¿¿WHAT THE FUCK???-Entonces... es... una... ¿varita mágica "de verdad"?

Genial, otra persona más que lo sabía...
-La que he liado... -siseé.
Hice una mueca cuando la varita reprodujo una especie de pequeña explosión o reacción ante las tonterías de Joe y le arrevaté la varita, mirándolo con una sonrisa falsa, aunque no quería sonreír en aquel momento.
-No, qué va, es un supositorio, ¿quieres provarlo? -fruncí los labios y le di un puñetazo no muy fuerte en el hombro, enfadada- ¡Eres un idiota! ¡Recuerdame que no te diriga la palabra en la vida!
Me puse de pie y llevé mis manos a las siénes. Ahora me arrepentía de no haber prestado atención el día anterior para aprender a borrar recuerdos ocurridos hace poco.
-Vamos... ¿cómo era? Joder... ¡No me fastidies que deberé improvisar algo!... Vale... -agité la varita, que comenzó a brillar de la punta, reproduciendo un destello blanco y morado- Para que este despistado humano lo ocurrido no recuerde...

Contemplé asombrado y con la boca entreabierta lo que hacía, todavía sin poder creérmelo. Cuando pude reaccionar, parpadeé varias veces y, cuando me di cuenta de que me iba a hacer un... ¿conjuro? Le tapé la boca con una mano y la chisté, levantando el otro dedo, como si pidiese hablar, y ladeando la cabeza con la boca abierta sin emitir ningún sonido, como si me estuviese ahogando y estuviese cogiendo aire.
-Lo primero... Yo no soy ningún despistado.-dije mirándola ya con el shock un poco pasa.-Y lo segundo... ¿Qué cojones querías hacerme? ¿Borrarme los recuerdos? ¿Pero qué te crees que es esto, Men in Black?-fruncí el ceño, fastidiado. Vale, aquello me había quedado to loco, pero tampoco tenía derecho a borrarlo y hacer como si no hubiera pasado nada...

La luz de la varita desvaneció enseguida conforme fui callando las palabras que iba a decir. Lo miré enfurruñada y preocupada por el marrón que me iba a caer encima. Esperé a que soltara su mano de mi boca y suspiré.
-Ah, qué listo, ¿eh? Ahora sí me crees... Serás cabrón -murmuré aún con la varita en las manos-. Vaya, por primera vez me siento más poderosa de lo normal, tal vez sea porque ahora te impongo -entrecerré los ojos-. Una lástima que no merezcas saber nada ni recordar lo ocurrido, no te creas que te irás de rositas. ¿Tú sabes la que me puede caer por esto? Suficiente tuve con que mis padres se cabrearan porque se lo contara a Harper. Si sigo así... Jamás podré vencer ni a Justin ni a Max. ¡Si no hubieras cogido mi varita no habría reaccionado de tal manera ante ti!

Fruncí el ceño, cogiendo aire e intentando frotar las cenizas moradas de mi cara, las que no parecían desaparecer por mucho que insistiese. Me revolví el pelo, bufando.
-Bueno, pues si es por eso tú tranquila, no se tienen por qué enterar. Además, aunque se lo contase a alguien... ¿Quién me iba a creer?-pregunté arrugando la nariz. Menudo marrón... Sí, porque aquello era culpa de los dos, lo cual me recordaba...-Y no me eches las culpas a mí. Carga tú también con tu responsabilidad, graciosa, que no soy yo la que lleva una varita mágica asomando por la bota como si estuviera saludando... Vamos, que yo soy tú y ni la saco de casa.

Abrí mucho la boca, como indignada.
-Serás idiota, si la llevo es precisamente porque forma parte de mí. ¡Piensa un poco! No quiero que me quiten los poderes por esta tontería.
Vi que se frotaba la cara y rodé los ojos, agitando la varita y apuntándolo a la cara.
-Purgo faciem* -siseé rodando los ojos y encogí los hombros-. No me mires así, no sé ni por qué no apruebo latín si me tiro todo el día usándolo.
Lo apunté con la varita y entrecerré los ojos amenazante.
-Por tu bien, Lucas, más te vale no ir diciéndolo todo por ahí ni hacer cosas raras, ¿me entiendes? O llamaré a Juliet, es muy maja, una novia vampiro de mi hermano que vivió la guerra de la Independencia americana, seguro que te cae bien, tiene los dientes muy afilados y muerde mucho, eso os gusta a los chicos... ¿eh? -rodé los ojos-. ¡Ah! Y sé conducir muy bien la alfombra voladora así que podré venir aquí cuando quiera, no te creas que te habrás librado de mí -fui a abrir la puerta pero me giré- Pensándolo mejor no volveré nunca, es una buena manera de lavarme las manos. Ale, adiós -murmuré conforme hacía un ademán para irme de allí.

*En latín: Lavar rostro/cara (Qué originalidad la mía).

Buah, ya sabes más latín que yo xD

Me toqué la cara tan el conjuro y observé, nuevamente sorprendido (aunque en aquellos diez minutos me estaba acostumbrando) que mi cara estaba totalmente limpia de cualquier ceniza, seguro que me había quitado alguna espinillita y todo...
Observé cómo pretendía irse y entonces la detuve cogiéndola suavemente del brazo, preocupado por el hecho de que se fuese. Bueno, era humano, y a mí también me había fascinado el hecho de que existiesen magos en nuestro mundo... ¿Y a quién no?
-¡Espera! No te vayas, tengo muchas cosas que preguntarte...-fruncí el ceño.-¿Cómo es que existen magos? ¿Cuántos hay en el mundo? ¿Todo lo de Harry Potter existe?-pregunté, abriendo mucho los ojos. Genial, y si existía alguna Hermione Granger, mejor.

Fruncí los labios y miré al suelo, esta vez no con fastidio por Joe, sino con pena. Sólo le interesaba para aprender cosas nuevas. ¡Y demonios, joder! ¡Yo ni enseñaba ni aprendía nada!
-Te recomiendo seguir viviendo en un mundo de fantasía, en la ciudad de la piruleta con todo golosinas y unicornios, que, porcierto, son monísimos -reí entre dientes con naturalidad, quería uno...; pero enseguida desvanecí la sonrisa-. Olvida esto, duerme un poco, seguro que despertarás más tranquilo al pensar que -pasé las manos delante de su cara- esto todo ha sido un sueño. Yo no soy nadie, ni una fuente de información, ni nadie para ti. ¿Estamos? Sigue con tu vida de estrella de Rock, seguro que mola -sonreí con tristeza, encogiendo los hombros-. De verdad, ¿quién no ha querido ser como tú?
Seguro que él había pensado "¿Y quién no había deseado nunca tener magia?", pero eso era caso aparte. Fruncí los labios y salí, ya sin importarme el Sr. Laritate.
Dejé un mensaje en el móvil de Justin y decidí volver a casa. A ver cómo explicaba esto a mis padres... Tal vez mejor hablarlo sólo con Justin de momento. Sí, era lo mejor.
Crucé la esquina y, al asegurarme que no había nadie, usé el conjuro de teletransporte que papá nos había enseñado, de vuelta a Waverly Place.

Quise contestarla, pero no sabía que decirle. Chasqueé la lengua y la seguí de cerca, para decirle que no la quería olvidar, que de verdad me interesaba ella y su mundo y, sobretodo, decirle que el mundo de las estrellas de rock no era para tanto... Bueno, para qué mentir, era la hostia, pero no tanto como poder hacer magia.
La seguí hasta doblar la esquina, pero desapareció por arte de... ¿magia? Fruncí el ceño ante la ironía y no me quedó otro remedio que volver al partido de fútbol del Horace, ante las preguntas de mis hermanos, todas de extrañez ante mi comportamiento inusualmente apagado y distraído, pensando en el nombre que me había dicho sobre su barrio de Nueva York; Waverly Place...